La religión vasca poseía unas normas de conducta sobre lo que es el bien y el mal, que debían ser cumplidas estrictamente por los vascos. También existía en esta religión un cielo y un infierno, aunque era diferente a la concepción del cielo y del infierno de las religiones judeocristianas. Cuando una persona fallecía, pasaba a formar parte de los de la noche. En la oscuridad, era guiado por la luna, que en euskara se dice ilargi (significa luz de los muertos), por un sendero que le llevaría hasta la gruta o cueva de Mari, donde viviría con ella y con todos sus antepasados eternamente, en paz, felicidad y abundancia. Este era el concepto del cielo para los antiguos vascos. Pero aquella persona que no hubiese obrado en el mundo de los vivos, según las enseñanzas de Mari y hubiese hecho el mal al prójimo, aunque la luna le iluminase en su camino, estaría vagando y vagando eternamente, en la oscuridad, hasta poder encontrar el sendero que le llevase hasta la cueva de Mari. Este era el concepto de purgatorio (estar vagando durante un tiempo buscando el sendero correcto) y el infierno (vagar eternamente en la noche sin encontrar el camino). Como se puede observar, es una religión de claro origen prehistórico, dado que considera a la cueva como zona de paz, acogedora y protectora, el mejor sitio en donde vivir eternamente. Una creencia que proviene de un pasado remoto, en el que los protovascos en las glaciaciones, tuvieron que guarecerse en las cuevas para evitar las frías temperaturas y de esta forma poder sobrevivir. Un miedo a vagar en la oscuridad (el infierno y el purgatorio) que tiene su origen en las frías noches glaciales, ya que todo aquel que no encontrase en el anochecer el sendero hacia la cueva en donde moraba la tribu, moriría de frío. Una lucha por la supervivencia que quedó plasmada en la religión vasca, aunque los vascos hacía miles de años que ya no necesitaban guarecerse en las cuevas para poder sobrevivir del frío glacial.

Esta religión poseía unas normas de actuar en la vida muy similares a las cristianas, por lo que fue muy fácil dar el paso de la religión vasca al cristianismo. Sólo se tuvo que adaptar la trinidad, dioses y espíritus vascos a la trinidad y santos cristianos. Hoy es el día que a la Virgen María en euskara se le llama Andra Mari (Señora Mari) que era el nombre con el que era llamada la diosa Mari. Gracias al parecido entre los nombres, el culto a la diosa Mari pasó a ser también, un culto a la Virgen María. Todas las vírgenes que existen en el País Vasco, así como sus iglesias, eran antiguas zonas de culto a esa divinidad. Lo mismo ocurrió con los santos cristianos, por ejemplo, el culto a Argia (la luz) pasó a ser un culto a Santa Clara, llamada en euskara Deun Argia (Santa Luz). A medida que avanzaban las lenguas y culturas latinas, iba desapareciendo la religión de Mari e iba extendiéndose el cristianismo. Esta religión se perdió definitivamente en el siglo XVII, cuando las sorginas (sortu -> nacer + gina -> hacedora; hacedora de nacimientos, matrona) que eran similares a los druidas celtas y eran las encargadas de las zonas de culto, de hacer las ceremonias, de sanar a la gente a través de hierbas y de traer al mundo a los niños, fueron acusadas de brujería por la Inquisición. Vascos que procesaban la religión de Mari y no la cristiana, así como cientos de sorginas, fueron acusados de brujería, siendo posteriormente quemados. A partir de entonces la palabra sorgina que significaba en euskara antiguo matrona, pasó a significar bruja. La existencia de la antigua religión, se ha conservado hasta nuestros días, a través de la transmisión oral, de generación en generación, a través de parábolas y cuentos imbuidos en las antiguas creencias que los abuelos contaban a sus hijos y sus nietos.

El lauburu


El lauburu es un símbolo místico, que representa los cuatro elementos naturales (Tierra, Aire, Agua y Fuego) y los ciclos vitales, de la vida... y de la muerte. Cuando está colocado en la posición en que se suele hacer normalmente representa el ciclo de la muerte y es así como se utiliza en los cementerios, en las lápidas, y antiguamente en las estelas funerarias discoidales.

En cambio, al ponerla en el sentido inverso, representa los ciclos del nacimiento y de la vida.
Sin embargo, hoy día poca gente conoce ese antiguo significado místico, y el lauburu aunque sigue siendo un símbolo euskaldun, es representado casi siempre ya en una única posición (irónicamente la de defunción) . El lauburu de cuatro cabezas, se ha tomado como símbolo del sol vasco. Poco se ha sabido de él, ni estudiar sus orígenes o el porqué de su utilización. Traída por los celtas a Euskal Herria, enseguida es simbolizada como sol. Es de destacar la fascinación idólatra que hacia el Sol ha sentido el euskaldún desde épocas remotas. Curiosamente, se ha descubierto que con anterioridad a la adopción lauburu, existió un emblema parecido, fue la roseta o rosetón romano. Pero mientras aquella simbolizaba un sol estático, el lauburu representaba a un sol en movimiento. No es extraño ver, con frecuencia, lauburus grabados en piedra, sobre las puertas de muchas casas y caseríos vascos. Su significado, en principio, parece responder a la creencia de que el Sol ahuyenta el influjo del mal. Símbolos solares son también la flor del cardo silvestre o "eguzkilore", que al igual que el sol o el lauburu, ahuyenta los, malos espíritus, a los genios de la noche y a los rayos. Por eso se coloca igualmente, en la puerta de las casas, así como en las puertas de los establos el día de San Juan, para preservar a los animales de toda clase de enfermedades.

En euskara significa 4 cabezas y es un antiguo símbolo mitológico hoy en día muy extendido por todo Euskal Herria. Se extendió mucho por Euskal Herria por la gran admiración que el pueblo vasco sentía por el astro rey y por creer que tenía influencia contra el mal, de ahí que se encontrara representado en las puertas de muchos caseríos e incluso esculpido en numerosas tumbas. Los discos solares con alguna que otra modificación, pueden encontrarse en todas las culturas eurasiáticas antiguas, desde la península ibérica hasta Alaska. Es común ver en las lápidas de los cementerios del País Vasco, que en lugar de utilizarse cruces cristianas, se siga con la costumbre de esculpir en las lápidas la cruz vasca, el lauburu, siguiendo de esta forma el rito antiguo de la religión de Mari.

El águila negra


El Arrano Beltza (Aguila negra) es el símbolo mas antiguo conocido del Reino de Navarra (Único estado soberano vasco de la Historia). Fue el escudo de los reyes navarros durante largo tiempo. Usado como sello e insignia hasta que Santxo VII El Fuerte trajo a Navarra las cadenas conseguidas en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212). Estas cadenas sustituyeron al hasta entonces utilizado Arrano Beltza como símbolo del Viejo Reino.

La casa (etxea)

A lo largo de la historia los vascos han estado estrechamente conectados a la casa (etxea) que significa mucho más que una simple vivienda y, en el caso de los caseríos rurales (baserria), una serie de posesiones. Se trata del espacio donde la familia lleva a cabo buena parte de las actividades diarias y en el que sus componentes están unidos a sus antepasados. De suerte que hay toda una serie de creencias y ritos sobre la relación con los difuntos cercanos.

Obviamente esta concepción ha cambiado radicalmente en los tiempos actuales. La casa era un espacio sagrado que se debía conservar, proteger y transmitir. En tal dirección jugaba un papel esencial el fuego del hogar. En tiempos remotos incluso los aledaños de la casa servían de cementerio familiar. Con el cristianismo los enterramientos cambiaron de ubicación, si bien en las iglesias parroquiales cada casa y familia disponía de un espacio de suelo (yarleku) que era una parcela inseparable del hogar. Aquí se recordaban los antepasados (colocación de ofrendas y argizaiolas con cera) y se invocaba a sus almas. En algunas localidades el camino entre las casas y la iglesia también tenía un carácter sagrado por ser el itinerario seguido en los funerales. En los cementerios cada casa tenía asignado su espacio.

De este conjunto de interacciones surgió un culto de tipo familiar-doméstico hacia las almas de los antepasados. A la muerte de las personas, las almas se separaban de los cuerpos para, adoptando la forma de sombras, luces o ráfagas de viento, ir a morar a puntos del subsuelo de la tierra. Por las noches, tales almas a través de cavernas, simas u otros caminos regresaban periódicamente a sus antiguas casas. Podía ser invocadas para prestar ayuda a los familiares todavía vivos. En todas estas tradiciones familiares y en la atención al espacio en la iglesia y a la tumba de la casa en el cementerio, cumplía el papel básico la señora de la casa (etxekoandre)

Con la invasión cristiana, este culto al hogar fue sustituido por la veneracion de las iglesias católicas.

Piedras

En la antigua Euskal Herria, las piedras poseían un significado muy especial, los habitantes de las poblaciones rendían una especie de culto a las piedras como por ejemplo en el valle de Baztan (Navarra) en donde hay una piedra que lleva el nombre de Arrikulunka y como su propio nombre indica, se mueve balanceándose.

Cuentan que algunas otras piedras, generalmente grandes, tenian escritos, como los que hay en Zegama (Guipuzcoa), Bergara (Guipúzcoa), Kortezubi (Vizcaya), Arana (Navarra) y en Sara (Lapurdi) esto es lo que contaba la piedra en su escrito:
"En la cima de Larraun habia una piedra como sepulcral. Estaba cerca de la pared de la capilla. Encima tenia escrito: "El que me de la vuelta no se arrepentirá". Al dia siguiente de Pentecostés fueron los jóvenes, le dieron la vuelta y debajo encontraron escrito: "Antes estaba bien y ahora estoy mejor".
En la de Bergara ponia "Dadme la vuelta" y despues de voltearla encontraron esto "ahora estoy bien". La de Zegama decia "dadme la vuelta" y "bien estoy".

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